martes, 30 de noviembre de 2010

CONCLUSIÓN



Todo estudio sobre la Trinidad se ha acercado a reflexiones teológicas únicamente; pero al final de todo camino teológico, sólo resta callar, guardar silencio ante tan abismado misterio de divinidad, que nos invita a tener frente a ella canticos de alabanza, de gratitud, de adoración, de contemplación y  de admiración.
Pero ante toda esta contemplación de alabanza, también nos invita a vivirla, a transparentarla en nuestras vidas, a salir de nuestros egoísmos e individualismos para abrirnos a la relación con nuestro prójimo, ir al encuentro del otro, buscar la comprensión y forjar la comunión ejemplificada en la comunión que existe entre los tres divinos.
La Trinidad se nos revela para que cultivemos esa imagen con la que fuimos formados y sellados, imagen y semejanza de Dios, Uno y Trino. Trinidad que es comunidad de amor que nos habla con fuerza sobre la donación, la comunicación y la comunión.

La Santísima Trinidad, misterio de contemplación y de adoración, antes que de reflexión.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

AHORA Y SIEMPRE: LA TRINIDAD ECONÓMICA, PARA NOSOTROS. Cap. 13






¿Qué relación guarda la creación con la Santísima Trinidad?
La virtud creadora del universo, es de toda la Trinidad; los tres divinos participan cada uno en conformidad con su propiedad y su orden. Pero ¿cuál es la respuesta entonces a nuestra pregunta inicial? Dentro de la tradición teológica tenemos dos grandes vertientes.
-       La primera corriente, forma más bien monoteísta que trinitaria, afirma que la creación salió de la libre decisión de la voluntad divina. Dios es Omnipotente y absolutamente libre. Esta corriente presenta la creación como una obra hecha fuera de la comunión trinitaria.
-       La segunda corriente parte del misterio del amor y comunión perijorética entre los divinos tres. La idea de la creación, como desbordamiento de la comunión trinitaria, es eterna y co-eterna con la Trinidad. Eternamente el Padre ama al Hijo; eternamente el Hijo responde con amor al amor recibido; el Espíritu Santo ama desde el principio al Padre y al Hijo, y juntos, todos ellos se unen en un único movimiento de auto-entrega y amor.
La comunión y el amor que circulan entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, es una comunión y un amor entre co-iguales y co-eternos. La creación temporal significa la manifestación del amor y de la comunión trinitaria, para aquello que no es Dios, es decir, la criatura; es aquí en donde el amor trinitario se vuelca hacia afuera. La creación es de la Trinidad, viene de la Trinidad, va hacia la Trinidad, refleja a la Trinidad, pero, ella, no es la Trinidad. La creación no fue un capricho de la Trinidad, ella es producto de esa voluntad de los tres divinos, de encontrarse con lo diferente, para poder incluirlo en su comunión eterna.
Las tres divinas personas, en su orden trinitario, participan en el acto único de la creación. El Padre es la causa original, que actúa por la inteligencia (el Hijo y el amor (el Espíritu). La creación no se refiere simplemente al Dios trino sin distinción de personas, sino a cada persona que actúa personalmente con las propiedades de la hipóstasis. Así pues, la creación tiene carácter trinitario. El Padre crea por el Hijo en el Espíritu Santo, es decir que por el Espíritu, la creación es introducida en la comunión trinitaria. Él está siempre activo en toda la creación, ha sido derramado sobre toda carne (He. 2:17), especialmente en nuestra interioridad; toda ella da voces diciendo de donde proviene.
Los rasgos trinitarios no son perceptibles únicamente en el cosmos, sino también en la criatura, en aquel ser que está hecho a imagen y semejanza de la divina Trinidad, y así como la Trinidad es todo un misterio, podríamos decir que el ser humano por más que se auto-comunique, por más que desvele así mismo o con y para el otro, es todo un misterio, un mundo de interrogantes. Cuando la persona vive la intimidad del misterio, esta presencia trinitaria significa una verdadera inhabitación de los tres divinos en el corazón del justo. Cuanto más justamente viva el justo, más deja transparentar el misterio de la vida (Padre), más brilla en él la verdad (Hijo), más amor irradia (Espíritu Santo).
La persona es esencialmente social y un ser en comunión. Vivir humanamente es siempre convivir, en el ejercicio de la co-humanidad es donde cada uno llega a personalizarse verdaderamente. El libro de Génesis nos da testimonio  de que la humanidad está hecha a imagen y semejanza de Dios, por lo tanto, el ser humano se hace imagen de la trinidad  en la medida en que realiza la comunión y establece de donación y de acogida.
Como vemos, tanto la vida humana como el total de la creación, quedan inmersos en la comunión trinitaria; de todas las formas, el misterio de la Trinidad se hace presente y palpable dentro de la creación y de la historia.

COMO ERA EN EL PRINCIPIO: LA TRINIDAD INMANENTE, EN SÌ MISMA. Cap. 12

Al género humano le resulta muy difícil representar la eternidad de Dios, ya que su experiencia de vida, está enmarcada dentro de un tiempo y un espacio. Para la comprensión humana es bastante complejo entender que, antes de que existiera el universo, antes de que existiera la más mínima partícula de vida en el cosmos, antes de que existiera el más mínimo indicio de inteligencia, antes de que existiese el tiempo mismo, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ya existían. Dios existe desde siempre, él es, la eternidad misma.
¿Qué conocemos de esta Trinidad? Lo que conocemos es únicamente lo que ella misma nos ha dado a conocer bien sea a través de palabras o de acciones. Especialmente por la obra del Hijo en su encarnación y la del Espíritu en su pneumatificación.
Desde el comienzo de los tiempos la Trinidad se ha manifestado tal cual es. Al Hijo tomar la realidad humana de Jesús de Nazaret, está auto-entregándose total y completamente, es Dios mismo encarnándose en el hombre Jesús y plantando su tienda entre nosotros, esto significa que existe el Hijo del Padre en sí mismo inmanentemente.
De igual forma sucede con el Espíritu Santo, es él quien nos transforma, quien nos guía a través del Hijo al Padre, para hacernos hijos e hijas en el Hijo, es él quien nos confirma que Jesús es el Hijo liberador. Se presenta al mundo en su misión de encarnación, lo que quiere decir que el Espíritu Santo es Dios con el Padre y el Hijo. Como Dios trino se nos revela tal como es, la Trinidad inmanente guarda una correlación con la Trinidad económica.
Lo que conocemos de la Trinidad en nuestra historia es efectivamente Dios tal como él es en sí mismo, Trinidad. Pero la Trinidad como misterio absoluto es mucho más de lo que se nos manifiesta. La auto-entrega se da dentro de los límites espacio-temporales de la humanidad, lo que quiere decir que el misterio de la Trinidad se escapa de toda percepción que de la misma pueda tener el género humano. La auto-comunicación del Hijo y del Espíritu Santo significa la presencia de lo eterno en el tiempo, de lo infinito en lo infinito, de lo divino  en lo humano.
Considerando la historia de la salvación y la forma como entraron en el mundo el Hijo y el Espíritu Santo hemos de reconocer que privilegiaron la oscuridad y la kénosis. Lo que vemos, no es el deslumbramiento de la gloria, sino la sencillez y la humildad en todo su explendor. En su condescendencia el Hijo y el Espíritu santo han asumido las condiciones humanas sometidas al pecado; liberaron y redimieron desde dentro, la vida y el cosmos; el Emanuel en su acción liberadora.
La pasión y muerte de Jesús, demostraron su gran amor y misericordia; condescendiendo hasta el llamado de auxilio del desprotegido. Amor que se entrega en sacrificio incondicional, en ofrecimiento de perdón. La actitud de indiferencia y crueldad de las gentes, no opacan ni cambian ese amor.
El Espíritu Santo es por excelencia la vida y la comunicación de esa vida en la comunión y unión. Es él quien reviste de fuerza, fortaleza, coraje, esperanza a todos aquellos condenados a morir antes de tiempo. Es él quien se hace fuerte en medio de la debilidad, es la luz al final de sendero. Solo cuando la creación en su totalidad sea liberada, la Trinidad se revelará de forma comprensible a la criatura, hecha a imagen y semejanza de la Trinidad. Entonces la manifestación en forma de siervo, pasará a la manifestación en forma de Dios.
Hasta este momento todo estudio sobre la Trinidad se ha acercado a reflexiones teológicas únicamente; pero al final de todo camino teológico, solo resta callar, guardar silencio ante tan abismado misterio de divinidad, que nos invita a tener frente a ella canticos de alabanza, de gratitud, de adoración, de contemplación, de admiración, de felicidad eterna. Esta felicidad es la propia Trinidad, mostrándose como trinidad de personas distintas en la unidad de una misma comunión, de un solo amor y de una única vida, comunicada, recibida y devuelta.

lunes, 8 de noviembre de 2010

GLORIA AL HIJO, MEDIADOR DE LA LIBERACIÓN INTEGRAL Cap. 10

El Hijo nace del Padre, por eso es Dios como el Padre, pero distinto de él como Hijo; el Hijo no es el Padre, aunque provenga del Padre. El Hijo no es un segundo Dios, sino que es el único Dios por la comunión en la misma y única naturaleza. El Padre y el Hijo no se suman en la divinidad, sino que por mutua exigencia son el único Dios.
De este Hijo se profesa que se encarnó y padeció. Veamos cómo el Hijo encarnado, Jesús de Nazaret, se mostró como Hijo ¿Cómo vivió Jesús humanamente su relación filial con el Padre? ¿Cómo al vivirla, nos reveló que también nosotros somos hijos e hijas en el Hijo?
1- Cómo Jesús se presentó como Hijo
Jesús no se presenta como Mesías liberador ni como el Hijo eterno, su interés era obrar como quien está investido de la fuerza liberadora y como quien asume la libertad propia del que habla en nombre de Dios y se entiende como venido de parte de Dios.
Conocemos la profunda intimidad conque Jesús se abría al Padre, le llama Abba y sólo aquel que se siente hijo, puede llamarlo de esta manera; sin embargo, nunca confesó ser el Hijo de Dios, fueron aquellos que en su obrar vieron al “Hijo de Dios”, que lo confesaron; los demonios (Mc. 3:11), la confesión celestial en el bautismo y en la transfiguración (Mc. 1:11; 9:7), la confesión de Pedro (Mt. 16:16) son testimonios de que Jesús, era el Hijo encarnado. Aunque Jesús nunca usó la expresión “Hijo de Dios”, si uso la de “Hijo”, Mt. 11:27 dice: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;  y nadie conoce al Hijo,  sino el Padre,  ni al Padre conoce alguno,  sino el Hijo,  y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Esta cita en especial nos deja ver la autoconciencia de Jesús.
No es tanto una doctrina sobre el Padre, ni una reflexión sobre el Hijo lo que Jesús nos comunica; pero si una práctica, un comportarse filialmente, y es en esta acción en donde aparece concretamente el Hijo.
2- Cómo Jesús se comportó filialmente
Jesús se comporta como Hijo en la oración, los evangelios nos dan claros testimonios de los muchos momentos en los que Jesús se retiraba a solas para estar en intimidad con su Padre. Aunque no conocemos el contenido de estas oraciones, si tenemos unas pocas que nos dejan ver como Jesús invoca cariñosamente a su Padre como “mi querido Papá”, se siente parte de él. De este Padre se siente Hijo y enviado al mundo. Asume la causa del Padre, que es el reino. Reino no de territorio sino de una forma de actuación de Dios liberador. El actuar de Dios comienza por lo últimos, por los desprotegidos, por los olvidados, devolviéndoles la dignidad, actuando en justicia y en amor para con ellos.
Es el Hijo en su obediencia, no de sometimiento sino de adhesión libre a la voluntad del Padre. Libertad que le llevó a comer, a sentarse, a tocar a convivir con los pecadores para darles vida, esperanza, libertad. Jesús se hace el gran liberador de la condición humana y en esta libertad hace a mujeres y hombres sus hijos, los cuales ya no son esclavos de la opresión. Pablo entendió esto muy bien cuando escribió: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor,  sino que habéis recibido el espíritu de adopción,  por el cual clamamos:  ¡Abba,  Padre!” (Rm. 8:15). Al llamar a  Dios Abba nos damos cuenta de que ya no somos esclavos, sino hijos e hijas libres. Jesús muestra su obediencia y fidelidad a su Padre en su camino a la muerte, muerte de cruz. Su resurrección revela la gloria del Padre, pero de igual manera la gloria del Hijo; cuando estuvo entre nosotros apareció bajo la figura de siervo, de profeta, de maestro; ahora por la resurrección y la exaltación, explota la gloria del Hijo eterno, lleno de gracia y de bondad “Y aquel Verbo fue hecho carne,  y habitó entre nosotros  (y vimos su gloria,  gloria como del unigénito del Padre),  lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1 14).
El Hijo no tiene una relación únicamente con el Padre, con él se encuentra también el Espíritu Santo. El Espíritu es la fuerza del Hijo, están juntos desde el principio, los dos son enviados por el Padre. El Hijo es el que encarna, y el Espíritu es el que crea la humanidad asumida por el Hijo. Es siempre por la fuerza del Espíritu como Jesús actúa, revela al Padre, transforma la realidad deformada.
3- La dimensión femenina del Hijo Jesús
Lo femenino expresa la dimensión de ternura, de cuidado de autoaceptación, de misericordia, de sensibilidad ante el misterio de la vida y de Dios. Los evangelios nos presentan a Jesús como un ser libre e integrado, al verlo dentro del marco cultural de su tiempo (excluyente), lo vemos como liberador. En el movimiento que inaugura, cuenta con la presencia de hombres y mujeres, en ningún momento excluyente o discrimina, por el contrario, con muchos de sus comportamientos escandaliza no sólo a quienes buscaban ocasión para matarle, sino también a sus discípulos. Jesús no reprimió, no se quedo insensible al dolor o sufrimiento del otro. Se llena de profunda compasión ante el abandonado, ante el excluido, ante el duro de corazón. Esta dimensión femenina pertenece a la humanidad de Jesús asumida hipostáticamente por el Hijo eterno. Lo femenino hunde así sus raíces en el mismo misterio de Dios. Aunque Jesús fue varón y no mujer, lo femenino que hay en él está igualmente divinizado, revelando el rostro materno de Dios.
4- El Hijo unigénito que está en el seno del Padre.
El Axioma trinitario “La Trinidad económica es la Trinidad inmanente, y viceversa” vale para la compresión del Hijo en su expresión inmanente en el seno de la Trinidad. La analogía con la generación humana nos permite percibir que el Hijo tiene la misma naturaleza que el Padre. El Hijo lo recibe todo del Padre la naturaleza-comunión, la eternidad, la gloria y la infinitud. No se deriva de él por un acto de voluntad, sino de la totalidad de la naturaleza del Padre.  El Hijo no es resultado de un proceso causal. La relación de reciprocidad Padre-Hijo está envuelta en el misterio, es hipercausal.
El Hijo es la revelación total y exhaustiva del Padre, esta revelación del Padre por el Hijo eterno queda bien expresada por la analogía que encontramos en el prologo de Juan. El Hijo es el Logos o Verbo del Padre. La palabra en su sentido pleno es más que un instrumento de comunicación, representa toda la estructura de sentido de la realidad y del Espíritu; es la misma realidad en cuanto manifestada así misma y a los otros, la revelación del ser al pensamiento y en el hablar y la unidad entre el pensamiento, la palabra y el ser. Aplicado al Hijo como palabra del Padre, significa que por el Hijo el Padre se expresa tan substancialmente que esta imagen tiene la misma naturaleza viva que él mismo. La expresión es la palabra que comunica la verdad y la inteligibilidad completa del Padre. Esta palabra nace del Padre, pero es distinta de él. El misterio invisible que es el Padre, se hace visible en la palabra.
5- La economía del Hijo: la verificación del universo
El Hijo es revelación del Padre también en la creación, él ha sido enviado por el Padre al mundo, lo que nos permite hablar de la misión del Hijo, pero en un concepto distinto del que hablan las Escrituras al referirse a los profetas o sabios que hablaron en nombre de Dios. La misión trinitariamente hablando es la autocomunicación de Dios a la criatura, es decir la encarnación  del Hijo. El hombre Jesús de Nazaret es asumido por el Hijo de tal manera que su humanidad pasa a ser la humanidad del Hijo.
Pero, ¿Cuál es el sentido último de la encarnación? Contario a lo que muchos piensan, esta no se dio por causa del pecado de los hombres; el Hijo se abría encarnado independientemente del pecado, ya que todo ha sido hecho por él, en él y para él, en virtud del mismo amor intrínseco de la Trinidad, que se desborda hacia afuera y crea compañeros en el amor para la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La encarnación no significa una solución de emergencia ideada por el padre para reconducir a la creación de su desvió al reino de la glorificación; demuestra el designio eterno de la Trinidad de asociar a su comunión a todos los seres por la mediación del Hijo en la fuerza propulsora del Espíritu Santo.
El Hijo eterno actuaba dentro de la creación desde su primer momento creacional, haciendo que los seres expresasen su carácter filial Este Hijo actuó de forma suprema cuando se apropió de la humanidad de Jesús de Nazaret, a la que se autocomunicó totalmente. La estructura filial que empapaba toda la creación asumió una forma concretísima y suprema en Jesús de Nazaret, ya que desde toda la eternidad Jesús fue pensado y querido para ser el soporte de la venida plena del Hijo a su creación; es el misterio de la encarnación.

GLORIA AL PADRE, GLORIA AL HIJO Y GLORIA AL ESPÍRITU SANTO Cap. 8

Doxología, (doxa, palabra griega que significa gloria) experiencias de las realidades divinas expresada en alabanzas, acciones de gracias, actitudes de respeto y de acogida alegre de los hechos que Dios llevó a cabo a favor de los hombres y mujeres.
Antes de que surgieran la discusión de los teólogos y las tomas de posición del magisterio, estuvo la oración de los fieles, las celebraciones litúrgicas y la vivencia cotidiana, tranquila y no refleja de la presencia del Padre por el Hijo en la unión con el Espíritu Santo, en medio de la humanidad, en el seno de la iglesia y en el corazón de los fieles.
1- La Trinidad como evangelio para los hombres y las mujeres, especialmente para los pobres:
La Trinidad tiene que ver con la vida de cada persona, con su hacer cotidiano en el esfuerzo de dirigir la existencia en la conciencia recta, en el amor y la alegría, en el sufrimiento de la pasión del mundo y de las tragedias existenciales; tiene que ver con la lucha por denunciar las injusticias sociales y por construir una convivencia más humana y fraternal, con todos los sacrificios y martirios que supone este empeño.
Si no conseguimos incluir a la Trinidad en este camino personal y social, no mostraremos el misterio salvífico, ni evangelizaremos adecuadamente. Si los oprimidos que creen concientizan el hecho de que sus luchas por la vida y la libertad son también las luchas del Padre, del Hijo y del Espíritu por producir el reino de la gloria y de la vida eterna, entonces tendrán más motivos para luchar y resistir.
Si la Trinidad es evangelio, entonces lo es especialmente para los oprimidos y para los condenados a la soledad.
2- Reverencia ante el misterio:
La doxología es una actitud de adoración, de agradecimiento y de respeto ante el misterio trinitario.
La Santísima Trinidad es un misterio estricto ya que escapa a la comprensión de la razón el que tres personas distintas puedan estar de tal forma unas en las otras que constituyan un único Dios. Este concepto de misterio difícilmente provoca una actitud de veneración, provoca más bien una actitud de angustia y estrangulamiento en la mente; sin embargo cuando tenemos un poco más de claridad sobre el misterio (gracias al trabajo de los teólogos investigadores) podemos entender que provoca reverencia. No es un misterio ante el que nos quedemos mudos, sino ante el que nos alegramos, cantamos y damos gracias. No es un muro que se levante frente a nosotros, sino una puerta que se nos abre hacia el infinito de Dios. El misterio de la Trinidad nos rodea por todos lados, mora dentro de nosotros y nos invita a  integrarnos en la comunión eterna de las divinas personas.
Ante el misterio de Dios cave el respeto y la veneración, pero más aun, la fe; creer es mucho más que aceptar. La fe nos sitúa en aquella posición a partir de la cual tiene sentido hablar del misterio de la comunión del Padre, del Hijo y del espíritu Santo, que son un único Dios.
El misterio es más que la verdad revelada; misterio es Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo entrando en la creación, pasando por sus negatividades, rescatándola de la rebelión del pecado, e integrándola en su comunión eterna.
3- ¡Hemos visto su gloria!
Cuando el misterio se revela, manifiesta la gloria del Dios trino; pero ¿Qué significa aquí gloria? Gloria consiste en la manifestación del Dios trino tal como es; implica más que la mera revelación de la existencia de la Trinidad; es mostrar su presencia.
La gloria de la Trinidad aparece en la admiración de las personas, los “queridos de Dios” (Rom. 1:7), los amados del Señor (2 Tes. 2:13). La respuesta a esta gloria comunicada, no puede ser otra más que dar gloria, devolver amor, cantar alabanzas al misterio. Cuando los cristianos cantan el “Gloria”, se sitúan en esta actitud responsorial. Agradecen a la Trinidad su revelación y comunicación; dan gracias al Padre que nos envío a su Hijo para liberarnos y al Espíritu como amor derramado en nuestros corazones.
4- Motivos para la glorificación:
La Trinidad económica es la puerta hacia la Trinidad inmanente. Dios se revela tal como es en sí mismo. Todo este misterio es significativo en sí mismo, basta contemplarlo para llenarnos de alegría y éxtasis espiritual. Dios es glorificado por él mismo, ya que la gloria de la diversidad de personas y de la unidad de comunión se presenta tan fascinante que no cabe otra actitud más que la de exclamación, de cantico, de alabanza, de adoración y de acción de gracias.

LA COMUNIÓN TRINITARIA: BASE PARA UNA LIBERACIÓN SOCIAL E INTEGRAL Cap. 7

Después de presentar la gran herencia teológica que hemos recibido del pasado o de las reflexiones recientes, se hace necesario elaborar los desafíos que plantea nuestra realidad marcada por la opresión y por los anhelos de liberación.
Trataremos de pensar el misterio trinitario a partir de las relaciones entre las divinas personas. Para este objetivo es necesario iluminar los tres conceptos claves: el concepto de vida, el de comunión y el de perijóresis. Los dos primeros tienen claras raíces bíblicas, el tercero es un término teológico, que pretende subrayar lo esencial que está presente en los conceptos de vida y de comunión.
1- Dios es un vivir eterno:
Dios es, pura y simplemente, el viviente. La realización suprema de la vida humana se representa como participación en la vida divina (cf 1 Ped. 1:4).
Ya en el Antiguo Testamento se adora a Dios como el Dios Yavé que vive (Sal. 18:47) y como fuente de vida (Sal. 36:10). Por él todo viene a la vida, especialmente el ser humano (Sal. 104:30). Porque es vivo, Dios puede presentarse como “Yo soy el que está ahí” (Ex. 3:13-15), el que escucha el grito del oprimido y se decide a liberarlo (Ex. 3:7-10); en una palabra como el Dios que construye su reino en la historia promoviendo, la justica, la paz y el amor.
Todos los que se sienten amenazados en su vida pueden contar con el apoyo de Dios (1 Sam. 17:26.36). La opción preferencial por los pobres encuentra su fundamento en la propia naturaleza divina. Dios, es sus entrañas, se siente atraído por los oprimidos e injustamente empobrecidos.
En el Nuevo Testamento aparece clara la conciencia de Jesús de que él es la vida en persona (Jn. 11:25; 14:6); su misión consiste en traer la vida y vida en abundancia (Jn. 10:10).
Pero ¿Qué supone la vida? La vida consiste en la autorealización de un ek-sistente.
Ø  Auto = Fuerza de realización, de expansión y de cohesión arraigada en sí misma.
Ø  Realización = La vida es un proceso de emergencia, de producción y de expansión; un permanente llegar-a-ser.
Ø  Ek-sistente = Es la propiedad de aquel ser que a partir de dentro, se relaciona hacia fuera con otros seres, estableciendo una comunión y unas relaciones de dar-y-recibir.
Dios es más que vida, el vivir absoluto. Las criaturas pasan por la vida. Dios permanece en la vida en proceso eterno de irrupción, de desbordamiento, de auto-comunicación y de puro vivir.
La fe cristiana profesa que la realidad primera no es la vida eterna indiferenciada; sino la vida eterna brotando como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Son tres vivientes. Porque son vivientes, en la plenitud del vivir eterno, cada uno brota en la dirección hacia el otro, se auto-entrega al otro sin reservas. La característica esencial de cada persona consiste en ser para la otra, por la otra, con la otra y en la otra.
2- Dios es un comulgar infinito:
Bíblicamente, vivir implica comulgar, ya que vivir es siempre con-vivir, vivir para estar en presencia de otros.
Ø  La comunión tal como lo estudia la sociología y la antropología, no es entendida como una cosa, sino como una relación entre las cosas. Para la comunión se necesita la presencia del uno frente al otro. La presencia implica un presentarse al otro en la espera y la esperanza de ser escuchado y recibido por él y, simultáneamente,  de escuchar y recibir su mensaje.
La comunión supone un camino de ida y vuelta hacia el otro. En la comunión uno quiere estar con el otro, por sí mismo, mediante la propia presencia; quiere estar para el otro hasta ser con el otro. La Comunión supone intimidad, trasparencia, unión de corazones. El resultado de la relaciones de comunión es la comunidad.
Ø  El yo no existe nunca solo; es habitado por muchos, ya que sus raíces penetran en los otros lo mismo que él es penetrado por ellos. Por eso podemos decir que es propio de lo humano, no ya el vivir sino el con-vivir; no el ser sino el existir-en-comunión con los semejantes, incluso con los más distantes.
El ser-en-comunión vive permanentemente en una excentricidad, ya que su centro es llamado por otro centro fuera de él para formar con él una comunidad.
Ø  Las criaturas son imagen y semejanza de Dios. Dios es la apertura absoluta, la presencia suprema, la inmediatez total, la trascendencia eterna y la comunión infinita.
Dios es comunión porque es trinidad de personas. Son tres personas y una sola comunión y una sola comunidad trinitaria. Ninguna persona divina existe sólo para sí, son siempre y eternamente personas en relación.
3- La perijóresis, la comunión e interpenetración de las tres divinas personas:
Con esta expresión se pretende resumir lo esencial de la unidad  trinitaria, así como la unidad de las naturalezas en Jesús, Dios-hombre.
Pero ¿Qué entendemos por perijóresis? El termino griego tiene dos significados: En primer lugar perijóresis significa contener uno al otro, inhabitar (morar uno en el otro), estar uno en el otro. En la comunión trinitaria significa que una persona está dentro de la otra, envuelve a la otra por todas partes, ocupa el mismo espacio que la otra, llenándola con su presencia. Y en segundo lugar significa interpenetración o entre lazado de una persona en la otra y con la otra. Esta comprensión expresa el proceso de relacionamiento vivo y eterno que las divinas personas tienen intrínsecamente, haciendo que cada una de ellas penetre siempre en las otras.
El termino perijóresis traduce bien lo que antes decíamos sobre la comunión y la koinonía. Se trata siempre de un proceso de reciprocidad activa, de un camino en doble dirección; las personas se interpenetran unas con otras y este proceso de comunión constituye la propia naturaleza de las personas.
4- La comunión trinitaria como crítica e inspiración de la sociedad humana:
La consideración de la comunión de los tres diferentes, nos lleva a una actitud crítica frente a la persona, la comunidad, la sociedad y la iglesia. En nuestra cultura ha imperado en el nivel de la persona el predominio del individuo, del descompromiso aislado, de sus derechos comprendidos fuera de la relación con la sociedad.
A la luz de la Trinidad, ser persona e imagen y semejanza de las divinas personas significa mantenerse como un nudo de relaciones en permanente actuación: hacia su origen (hacia atrás y hacia arriba) en el misterio abismal del Padre, hacia sus semejantes (hacia los lados) revelándose a los otros y acogiendo la revelación de los otros en el misterio del Hijo, hacia dentro de sí mismo en su interioridad en el misterio del espíritu Santo.
La comunión trinitaria es fuente de inspiración para las prácticas sociales. En la Trinidad santa no hay dominación a partir de un polo, sino convergencia de los tres en una aceptación recíproca y en una donación mutua. Son diferentes pero ninguno es mayor o menor, antes o después del otro. Por eso una sociedad que se inspire en la comunión trinitaria no puede tolerar las clases, las dominaciones a partir de un poder que someta y margine a los demás diferentes.
La sociedad que puede surgir bajo la inspiración del modelo trinitario tiene que ser fraternal e igualitaria.

LA DOCTRINA TRINITARIA EN UNA SITUACIÓN CULTURAL EN CAMBIO Cap. 6

  1. Cambios que afectan a la doctrina trinitaria
El sentido de la fe nos garantiza que el misterio trinitario debe ser el más próximo, más iluminador del sentido de la vida que puede imaginarse. Persiste la sospecha de que la complicación conceptual y terminológica se debe más a nuestra herencia cultural y a nuestra forma de pensar que al misterio mismo.
Nuestra época se caracteriza por la crisis de la razón, accedemos a la realidad no sólo por la razón sino también por el corazón. Debido a todo esto, la doctrina clásica de la Trinidad ha perdido para nuestras generaciones gran parte de su fuerza persuasiva.
Se hace necesario y urgente rehacer la experiencia de la fe en el Dios cristiano Padre, Hijo y Espíritu Santo. Al hablar de la Trinidad necesitamos ver, en la fe, el fenómeno divino expresado en nuestro hablar. Es decir, la reflexión sobre las personas en sí mismas, en su proceso eterno, tiene que guardar una estrecha relación con las manifestaciones de las mismas  dentro de nuestra historia salvífica, en la gesta del Hijo encarnado en Jesucristo y en la acción del Espíritu actuando siempre en los procesos históricos.
Dios y el mundo no son realidades que se opongan simplemente como inmanencia y trascendencia, como tiempo y eternidad, como criatura y Creador; si introducimos las categorías de historia, de proceso, de libertad, aparece el juego de las relaciones, la dialéctica de la inclusión mutua. El mundo empieza a pertenecer a la historia del Dios trino.
Las doctrinas de la Trinidad deben apuntar hacia la realidad del Dios trino y en la medida de lo posible, transportarnos al corazón del misterio mismo.
  1. Caminos de acceso a la Trinidad Santa
En la reflexión trinitaria hay que partir siempre de la Trinidad económica, es decir, de la revelación del misterio tal como nos lo presentan las Escrituras.
La Trinidad no ha sido revelada como “doctrina” sino como historia del Hijo encarnado en Jesús y como gesta vivificadora del Espíritu Santo. A partir de la Trinidad económica, la teología puede elevarse a una especulación que intenta vislumbrar la Trinidad inmanente, cómo son en sí las personas divinas y cómo se relacionan mutuamente.
Aquí se desprenden varias actitudes teóricas:
Ø  Actitud doxológica: Es aquella en la que el teólogo queda satisfecho con lo que encuentra en el Nuevo Testamento y la tradición litúrgica, y renuncia a ir más allá de lo que expresan los datos normativos. Podemos decir que aquí  no hay teología, sino exégesis y piedad.
Ø  Actitud historicista: El teólogo se atiene estrictamente a la revelación histórica de la trinidad. La historia se presenta para él como un proceso del propio Dios. Esta actitud absolutiza de tal forma la historia que proyecta realidades nuevas en el propio misterio de Dios. Esta actitud parece romper con la tradición de la fe.
Ø  Actitud dialéctica: El teólogo asume radicalmente lo que significa la presencia de la Trinidad en la historia y la historia en la Trinidad. Se trata de un misterio de salvación, comunicado no para nuestra curiosidad, sino para nuestra divinización.
            A partir de esta fundamentación la teología puede reflexionar sobre el Dios trino, no sólo en su relación con la historia, sino en sí mismo, como misterio  escondido que se revela y que sigue siendo misterio en la revelación. De esto resulta una elaboración sistemática de la verdad trinitaria revelada,  proyectada en varias tendencias:
            2.1 Prolongando y ahondando en la tradición: Los nuevos aportes sobre la  noción de persona ha inquietado a un gran número de teólogos que  intentan prolongar y enriquecer la comprensión clásica. Para los modernos   la persona significa un ser-de-relación, y por el hecho de tratarse de una realidad espiritual, la persona es esencialmente conciencia, no únicamente en sentido psicológico, sino en sentido ontológico como presencia  permanente del espíritu en sí mismo.
            La relación presente en los pronombres personales yo, tu, nosotros, designan al individuo no como encerrado en sí mismo, sino en cuanto abierto al otro. Entonces el Padre puede designarse como el yo intratrinitario que suscita el tú intratrinitario, que es el Hijo; el Espíritu Santo que procede el Padre y del hijo, puede ser considerado como el nosotros del Padre y del Hijo.
            Esta reflexión trinitaria nos deja ver que las personas humanas son creadas a imagen y semejanza de la Trinidad. El juego de amor, de vida y de relaciones intersubjetivas en el seno de la Santísima trinidad se refleja en   las relaciones humanas y sociales.
            2.2 Alternativas al concepto de persona: Por otro lado hay un grupo de   teólogos que ven un despiste en los modernos conceptos de persona;  según ellos se puede caer en un triteísmo vulgar. A raíz de estas dificultades Barth propone que se eche mano a un concepto antiguo “modus entitativos”. El modo de ser no es un nuevo ser. De esta forma Barth  mantiene la unidad en Dios; sin embrago sugiere que se mantenga el  concepto de persona para calificar a Dios y superar así una representación   impersonal y substancialista.
            Rahner ofrece una reflexión genial sobre la Trinidad; presenta a Dios como un misterio absoluto que se autocomunica. Esta autocomunicación tiene un triple aspecto: la autocomunicación como realidad comunicada (Padre), la autocomunicación como realidad que se expresa (Hijo), La autocomunicación como realidad que acoge la autocomunicación en el  amor (Espíritu Santo). Para no caer en posibles errores, Rahner aconseja   que no se abandone la terminología clásica del término persona.
            2.3 La perspectiva comunitaria y social de la Trinidad: La renovación de la  teología trinitaria se está realizando a partir de una reflexión, sobre las  relaciones comunitarias y sociales que envuelven a todos los hombres y  mujeres entre sí, y también a las personas divinas.
            Moltmann ha elaborado una reflexión sobre la base de una visión  comunitaria de la Trinidad: Dios es comunidad de personas y no simplemente el uno; Su unidad existe en la forma de comunión de los  divinos tres entre sí y con la historia. La unidad fruto de la comunión, incluye a la humanidad y a la creación.
            2.4 La teología transexista del Dios-Padre maternal y del Dios-madre paternal: El postulado que hacen las corrientes de la teología feminista consiste en la creación de conceptos que no puedan ser manipulados sexistamente, y de imágenes que permitan captar la experiencia global de lo humano que se da siempre bajo el signo del varón y de la mujer.
            Hemos llegado a un punto de la historia en que se nos permite expresar a  Dios en la riqueza de las dos formas de comunión y de ea-existencia, la  masculina y la femenina. Así, nuestra experiencia de Dios puede ser más  completa e integradora.

LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA IMAGINATIVA TEOLÓGICA Cap. 5

La rigidez de las fórmulas trinitarias se las dejamos a los eruditos de la fe cristiana; para las personas sencillas, el lenguaje de la catequesis, de la homilética y de la piedad se hacen más entendibles a través de la imaginación. Mediante símbolos e imágenes podemos concretar mejor el significado del misterio de la Trinidad. 

  1. El Significante, el significado y la significación
Para continuar con nuestro tema, se hace necesario aclarar estos tres conceptos. El significante esta constituido por las palabras técnicas utilizadas en la exposición de esta verdad de fe. El significado esta constituido por los contenidos de los significantes. La significación es el contenido afectivo, la vibración valorativa que cada término produce en nuestra vida.  Dentro de las significaciones es donde surgen las imágenes y los símbolos mediante los que nos relacionamos con el misterio. Las imágenes no sustituyen las palabras técnicas, ni los contenidos definidos por la iglesia; sin embargo intentan recrear y materializar lo que representamos de forma abstracta y conceptual.
Las imágenes nos ayudan a mantener determinadas actitudes frente a la Trinidad en sí misma y frente a cada una de las personas. Estas actitudes constituyen la base de nuestra fe viva en la Santísima Trinidad; significando también pedagógicamente el punto de partida para la reflexión.

  1. La simbólica “económica”
La Trinidad se entrega a nuestro conocimiento en la vida y en la práctica de Jesús; no se trata de una reflexión abstracta sobre las profundidades del misterio sino de relaciones, actitudes y prácticas  desarrolladas por Jesús que nos sitúan ante significaciones divinas.
Llegamos a la Trinidad por las acciones de las divinas personas: el Padre que envía al Hijo como referencia última de toda la historia; el Hijo que habla y actúa en nombre del Padre a favor de los hombres; el Espíritu que nos lleva a acoger al Hijo y nos incita a adorar al Padre.
La Trinidad no es un misterio de pura contemplación; es un misterio de transformación de la vida humana, de irrupción de nuevas formas de vida, cada vez más semejante a aquella vida que se concreta en los divinos tres.

  1. La simbólica de la piedad
Esta presencia trinitaria se hace visible en la práctica sacramental, en la celebración comunitaria de los fieles al participar del rito. La celebración eucarística reúne a los files en su fe, en su manera sencilla de comunicarse y encontrarse con la Trinidad en actitud de adoración y contemplación.

  1. La simbólica arquetípica
El número tres es un arquetipo universalmente aceptado; expresa la totalidad. Psicológicamente, es el símbolo de la individualización de la persona en la medida en que el inconsciente y el consciente se vinculan de forma creadora y armoniosa. Este símbolo atiende a las exigencias de la vida humana en busca de integración, de asociación y de totalidad. Muestra, a nivel antropológico y visible, la verdad religiosa de que la persona humana es imagen y semejanza de Dios trino.
La Trinidad es un misterio de comunión y de amor, que envuelve y penetra todo el universo para hacerlo participar de su océano de vida.

  1. La simbólica antropológica
A la luz de la fe trinitaria se enriquece la intuición de la fe de que la persona humana es imagen y semejanza de la divinidad (cf Gen. 1:27). Este misterio no sólo se expresa inteligiblemente, sino que además se comunica y establece una comunión de amor con el otro; no es voluntad que ama, sino la persona que ama y se auto-entrega. El sentimiento profundo, la inteligencia y la voluntad, es decir el misterio, la verdad y el amor, no son solamente potencialidades del alma; es la propia vida humana en su vivir como unidad dinámica, siempre idéntica y al mismo tiempo diferenciada. Estas manifestaciones se revelan como figurativas de una realidad mayor, de la que provienen y de la que son imagen: el Dios trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  1. La simbólica familiar
Destaca las relaciones inter-subjetivas y acentúa el carácter tripersonal de Dios. En el Antiguo Testamento se ve en el matrimonio un símbolo de la relación de amor entre el pueblo elegido y su Dios. El Nuevo Testamento ve en la unión amorosa de los esposos un símbolo del amor de Cristo a la humanidad fiel (la iglesia Ef. 5:23)

  1. La simbólica eclesial
El lugar en donde aparece hoy con  mayor visibilidad el misterio trinitario, es la comunidad de fe, esperanza y amor que procura vivir conscientemente el ideal de unidad propuesto por Jesús a sus discípulos[1]. La unidad de la iglesia no reside en una uniformización, sino en una perijóresis entre todos los fieles, al servicio unos de otros.
Esta unidad se construye sobre la fe, el culto y la organización con vistas a la cohesión interna, la caridad y la misión. Estos tres momentos son concretizaciones de la propia comunidad que se reúne para proclamar y profundizar la fe. No son tres partes de la iglesia, sino la misma y única iglesia, que se desdobla en estos tres momentos de su realización histórica.
Esta unidad no se restringe únicamente a la perspectiva religiosa, sino que se traduce en un proyecto de comunión de bienes y de vida. En la medida en que la comunidad realiza esta interpenetración, se convierte efectivamente en una figura y una analogía de la Trinidad, haciéndola casi palpable a los ojos de los hombres.

  1. La simbólica social
Toda sociedad humana se construye, se estructura y perdura históricamente por la interacción dialéctica entre la economía, la política y la simbólica. Ninguna organización humana prescinde de estos tres ejes fundacionales. Todos necesitan garantizar la vida, relacionarse comunitaria y socialmente, conferir valor a sus prácticas y sentido a su esperanza. Estas tres instancias se interpenetran siempre entre sí, cohabitan y se implican mutuamente. No se trata de tres partes separables sino de tres historificaciones  de la misma y única sociedad.
En la medida en que una sociedad consigue formas históricas de interacción en que los seres humanos ven promovida y desarrollada su vida persona, social y utópica, más se convierte en espejo de la trinidad, que es la convivencia de la diversidad en la comunión y unidad de una misma vida y misterio.

  1. El carácter insustituible, pero limitado de los símbolos
Después de estas breves reflexiones sobre la simbólica trinitaria, nos damos cuenta que toda imaginación humana, sea cual fuera la fuente de la experiencia de donde haya sido sacada, se muestra limitada frente al misterio trinitario. Sin embargo la significación humana se expresa mejor por imágenes que por categorías conceptuales, y gracias a ellas la fe se concreta, el ser humano se siente participante  de la Trinidad y la Trinidad se hace presente en la vida diaria.


[1]Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que ellos estén en nosotros” (Ju. 17:21). Biblia RV 1.960

martes, 2 de noviembre de 2010

ESFUERZOS DE COMPRENSIÓN DE LA VERDAD TRINITARIA Cap. 3

De todo lo expuesto anteriormente podemos concluir que la fe en la Trinidad, en sus inicios, se dio dentro de una experiencia tranquila de fe, de celebración en comunidad, de proclamación sobre lo que se veía y se creía, pero sin una reflexión en ello.
En la segunda mitad del siglo II comienzan a aparecer algunos cristianos cultos, tales como Justino, Clemente de Alejandría, Atenágoras, Orígenes y otros, quienes manejaban muy bien el pensamiento filosófico de su época. Estos intelectuales debieron enfrentarse a dos tareas primordiales:
En primer lugar debieron hacer una reflexión sobre su propia fe; una reflexión rigurosa que dijera en un nivel crítico lo que la piedad recitaba en un nivel espontáneo, y para esto, hicieron uso de su instrumental teórico judío y grecoromano.
La reflexión por su propia exigencia conceptual rompe con las imágenes presentes en la oración y celebración de la fe Trinitaria. Imágenes que imponen ciertas actitudes y coordinan ciertos contenidos afectivos que se establecen en nuestra relación y encuentro con Dios. La reflexión por el contrario introduce conceptos con el máximo de comprensión intelectual, proyecta modelos de pensamiento que tengan racionalidad y coherencia. Es por ello que las formulaciones teológicas sobre la Santísima Trinidad se caracterizan por un alto nivel de abstracción y un formalismo conceptual sin precedentes en la historia de occidente.
En segundo lugar nuestros intelectuales cristianos debieron convertirse no sólo en teólogos, sino en apologetas de la fe trinitaria; había que defender y sostener la Trinidad contra el monoteísmo judío, contra el politeísmo griego, contra la doctrina de las emanaciones y mediaciones de la filosofía neoplatónica y contra las especulaciones teogónicas de los gnósticos.
De este doble esfuerzo teológico y apologético, surge la doctrina de la Trinidad; como nos damos cuenta, esta no fue resultado de un día o dos, sino de todo un proceso de largas disputas, de esfuerzos por fijar un vocabulario apropiado, y de muchas luchas contra herejías que nacían día a día, tales como el modalismo[1] y el triteísmo[2].
Estos caminos equivocados y otros más, no son sólo cosa del pasado, aún en nuestros días existen pensamientos similares acerca de cómo entender la Trinidad. Pero así como hubo malas interpretaciones acerca de la Trinidad, también hubo teólogos que se dieron a la tarea de construir nuevos caminos rumbo a la verdad y nos hablaron correctamente acerca de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
San Irineo quien insistió en que hay que partir de la fe concreta y de los testimonios bíblicos para poder acercarnos al misterio de la Santísima Trinidad, fue uno de ellos.
En su demostración de la predicación apostólica escribe: “Dios Padre increado, que no está contenido, invisible, un solo Dios y creador del universo; El Verbo de Dios, el Cristo Jesús señor nuestro, por el que fueron hechas todas las cosas, el que se hizo hombre entre los hombres; el Espíritu Santo por el que los profetas profetizaron, el que fue derramado de una forma nueva sobre nuestra humanidad”.
Todo este pequeño trozo de doctrina trinitaria, pone el acento en la dimensión salvífica de la trinidad.
Para Orígenes la Trinidad significa un dinamismo eterno de comunicación. Dios es uno, pero no está solo. Tertuliano estableció las conexiones fundamentales de la comprensión trinitaria, sin embargo no llegó a elaborar las relaciones entre las tres personas.
Los padres capadocios clarifican la doctrina sobre el Espíritu Santo como Dios, como persona divina. San Agustín lleva a su plena expresión la relación entre las tres divinas personas, hasta llegar a construir el núcleo principal de la comprensión humana del inefable misterio trinitario. Para San Agustín, Dios en sentido absoluto no es, como para la mayoría de los teólogos orientales, el Padre, sino la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo juntamente.
Santo Tomas completa la obra iniciada por San Agustín. Él crea un sistema trinitario altamente lógico, partiendo de lo que es uno en la trinidad, de esta forma garantiza el carácter divino y consubstancial de las personas.
Así cada uno de estos grandes de la teología dan su aporte muy significativo acerca de la comprensión del misterio de la Trinidad; proceso que se da a través de largo tiempo de estudio y profunda investigación.


[1] Movimiento herético del siglo III que procuraba resolver el problema de cómo aceptar la deidad de Cristo y a la vez mantener la unidad de Dios. Los modalistas lograron esto a expensas de una trinidad de personas en la divinidad. Redujeron la posición de las personas a modos o manifestaciones del Dios único. A menudo se asocia el término con la palabra “monarquía” para denotar la primacía de Dios como Padre. El Hijo y el Espíritu Santo son por tanto modos reveladores y al parecer temporales de la auto-revelación de Dios el Padre. Wilton M. Nelson, Diccionario de Historia de la Iglesia, Caribe.
[2] Afirma las tres divinas personas. Acepta al Padre al Hijo y al espíritu Santo pero como tres substancias independientes y autónomas. Leonardo Boff, La Trinidad, la Sociedad y la Liberación, Ediciones Paulinas, 1.986