lunes, 8 de noviembre de 2010

LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA IMAGINATIVA TEOLÓGICA Cap. 5

La rigidez de las fórmulas trinitarias se las dejamos a los eruditos de la fe cristiana; para las personas sencillas, el lenguaje de la catequesis, de la homilética y de la piedad se hacen más entendibles a través de la imaginación. Mediante símbolos e imágenes podemos concretar mejor el significado del misterio de la Trinidad. 

  1. El Significante, el significado y la significación
Para continuar con nuestro tema, se hace necesario aclarar estos tres conceptos. El significante esta constituido por las palabras técnicas utilizadas en la exposición de esta verdad de fe. El significado esta constituido por los contenidos de los significantes. La significación es el contenido afectivo, la vibración valorativa que cada término produce en nuestra vida.  Dentro de las significaciones es donde surgen las imágenes y los símbolos mediante los que nos relacionamos con el misterio. Las imágenes no sustituyen las palabras técnicas, ni los contenidos definidos por la iglesia; sin embargo intentan recrear y materializar lo que representamos de forma abstracta y conceptual.
Las imágenes nos ayudan a mantener determinadas actitudes frente a la Trinidad en sí misma y frente a cada una de las personas. Estas actitudes constituyen la base de nuestra fe viva en la Santísima Trinidad; significando también pedagógicamente el punto de partida para la reflexión.

  1. La simbólica “económica”
La Trinidad se entrega a nuestro conocimiento en la vida y en la práctica de Jesús; no se trata de una reflexión abstracta sobre las profundidades del misterio sino de relaciones, actitudes y prácticas  desarrolladas por Jesús que nos sitúan ante significaciones divinas.
Llegamos a la Trinidad por las acciones de las divinas personas: el Padre que envía al Hijo como referencia última de toda la historia; el Hijo que habla y actúa en nombre del Padre a favor de los hombres; el Espíritu que nos lleva a acoger al Hijo y nos incita a adorar al Padre.
La Trinidad no es un misterio de pura contemplación; es un misterio de transformación de la vida humana, de irrupción de nuevas formas de vida, cada vez más semejante a aquella vida que se concreta en los divinos tres.

  1. La simbólica de la piedad
Esta presencia trinitaria se hace visible en la práctica sacramental, en la celebración comunitaria de los fieles al participar del rito. La celebración eucarística reúne a los files en su fe, en su manera sencilla de comunicarse y encontrarse con la Trinidad en actitud de adoración y contemplación.

  1. La simbólica arquetípica
El número tres es un arquetipo universalmente aceptado; expresa la totalidad. Psicológicamente, es el símbolo de la individualización de la persona en la medida en que el inconsciente y el consciente se vinculan de forma creadora y armoniosa. Este símbolo atiende a las exigencias de la vida humana en busca de integración, de asociación y de totalidad. Muestra, a nivel antropológico y visible, la verdad religiosa de que la persona humana es imagen y semejanza de Dios trino.
La Trinidad es un misterio de comunión y de amor, que envuelve y penetra todo el universo para hacerlo participar de su océano de vida.

  1. La simbólica antropológica
A la luz de la fe trinitaria se enriquece la intuición de la fe de que la persona humana es imagen y semejanza de la divinidad (cf Gen. 1:27). Este misterio no sólo se expresa inteligiblemente, sino que además se comunica y establece una comunión de amor con el otro; no es voluntad que ama, sino la persona que ama y se auto-entrega. El sentimiento profundo, la inteligencia y la voluntad, es decir el misterio, la verdad y el amor, no son solamente potencialidades del alma; es la propia vida humana en su vivir como unidad dinámica, siempre idéntica y al mismo tiempo diferenciada. Estas manifestaciones se revelan como figurativas de una realidad mayor, de la que provienen y de la que son imagen: el Dios trino, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  1. La simbólica familiar
Destaca las relaciones inter-subjetivas y acentúa el carácter tripersonal de Dios. En el Antiguo Testamento se ve en el matrimonio un símbolo de la relación de amor entre el pueblo elegido y su Dios. El Nuevo Testamento ve en la unión amorosa de los esposos un símbolo del amor de Cristo a la humanidad fiel (la iglesia Ef. 5:23)

  1. La simbólica eclesial
El lugar en donde aparece hoy con  mayor visibilidad el misterio trinitario, es la comunidad de fe, esperanza y amor que procura vivir conscientemente el ideal de unidad propuesto por Jesús a sus discípulos[1]. La unidad de la iglesia no reside en una uniformización, sino en una perijóresis entre todos los fieles, al servicio unos de otros.
Esta unidad se construye sobre la fe, el culto y la organización con vistas a la cohesión interna, la caridad y la misión. Estos tres momentos son concretizaciones de la propia comunidad que se reúne para proclamar y profundizar la fe. No son tres partes de la iglesia, sino la misma y única iglesia, que se desdobla en estos tres momentos de su realización histórica.
Esta unidad no se restringe únicamente a la perspectiva religiosa, sino que se traduce en un proyecto de comunión de bienes y de vida. En la medida en que la comunidad realiza esta interpenetración, se convierte efectivamente en una figura y una analogía de la Trinidad, haciéndola casi palpable a los ojos de los hombres.

  1. La simbólica social
Toda sociedad humana se construye, se estructura y perdura históricamente por la interacción dialéctica entre la economía, la política y la simbólica. Ninguna organización humana prescinde de estos tres ejes fundacionales. Todos necesitan garantizar la vida, relacionarse comunitaria y socialmente, conferir valor a sus prácticas y sentido a su esperanza. Estas tres instancias se interpenetran siempre entre sí, cohabitan y se implican mutuamente. No se trata de tres partes separables sino de tres historificaciones  de la misma y única sociedad.
En la medida en que una sociedad consigue formas históricas de interacción en que los seres humanos ven promovida y desarrollada su vida persona, social y utópica, más se convierte en espejo de la trinidad, que es la convivencia de la diversidad en la comunión y unidad de una misma vida y misterio.

  1. El carácter insustituible, pero limitado de los símbolos
Después de estas breves reflexiones sobre la simbólica trinitaria, nos damos cuenta que toda imaginación humana, sea cual fuera la fuente de la experiencia de donde haya sido sacada, se muestra limitada frente al misterio trinitario. Sin embargo la significación humana se expresa mejor por imágenes que por categorías conceptuales, y gracias a ellas la fe se concreta, el ser humano se siente participante  de la Trinidad y la Trinidad se hace presente en la vida diaria.


[1]Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, para que ellos estén en nosotros” (Ju. 17:21). Biblia RV 1.960

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