martes, 2 de noviembre de 2010

ESFUERZOS DE COMPRENSIÓN DE LA VERDAD TRINITARIA Cap. 3

De todo lo expuesto anteriormente podemos concluir que la fe en la Trinidad, en sus inicios, se dio dentro de una experiencia tranquila de fe, de celebración en comunidad, de proclamación sobre lo que se veía y se creía, pero sin una reflexión en ello.
En la segunda mitad del siglo II comienzan a aparecer algunos cristianos cultos, tales como Justino, Clemente de Alejandría, Atenágoras, Orígenes y otros, quienes manejaban muy bien el pensamiento filosófico de su época. Estos intelectuales debieron enfrentarse a dos tareas primordiales:
En primer lugar debieron hacer una reflexión sobre su propia fe; una reflexión rigurosa que dijera en un nivel crítico lo que la piedad recitaba en un nivel espontáneo, y para esto, hicieron uso de su instrumental teórico judío y grecoromano.
La reflexión por su propia exigencia conceptual rompe con las imágenes presentes en la oración y celebración de la fe Trinitaria. Imágenes que imponen ciertas actitudes y coordinan ciertos contenidos afectivos que se establecen en nuestra relación y encuentro con Dios. La reflexión por el contrario introduce conceptos con el máximo de comprensión intelectual, proyecta modelos de pensamiento que tengan racionalidad y coherencia. Es por ello que las formulaciones teológicas sobre la Santísima Trinidad se caracterizan por un alto nivel de abstracción y un formalismo conceptual sin precedentes en la historia de occidente.
En segundo lugar nuestros intelectuales cristianos debieron convertirse no sólo en teólogos, sino en apologetas de la fe trinitaria; había que defender y sostener la Trinidad contra el monoteísmo judío, contra el politeísmo griego, contra la doctrina de las emanaciones y mediaciones de la filosofía neoplatónica y contra las especulaciones teogónicas de los gnósticos.
De este doble esfuerzo teológico y apologético, surge la doctrina de la Trinidad; como nos damos cuenta, esta no fue resultado de un día o dos, sino de todo un proceso de largas disputas, de esfuerzos por fijar un vocabulario apropiado, y de muchas luchas contra herejías que nacían día a día, tales como el modalismo[1] y el triteísmo[2].
Estos caminos equivocados y otros más, no son sólo cosa del pasado, aún en nuestros días existen pensamientos similares acerca de cómo entender la Trinidad. Pero así como hubo malas interpretaciones acerca de la Trinidad, también hubo teólogos que se dieron a la tarea de construir nuevos caminos rumbo a la verdad y nos hablaron correctamente acerca de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
San Irineo quien insistió en que hay que partir de la fe concreta y de los testimonios bíblicos para poder acercarnos al misterio de la Santísima Trinidad, fue uno de ellos.
En su demostración de la predicación apostólica escribe: “Dios Padre increado, que no está contenido, invisible, un solo Dios y creador del universo; El Verbo de Dios, el Cristo Jesús señor nuestro, por el que fueron hechas todas las cosas, el que se hizo hombre entre los hombres; el Espíritu Santo por el que los profetas profetizaron, el que fue derramado de una forma nueva sobre nuestra humanidad”.
Todo este pequeño trozo de doctrina trinitaria, pone el acento en la dimensión salvífica de la trinidad.
Para Orígenes la Trinidad significa un dinamismo eterno de comunicación. Dios es uno, pero no está solo. Tertuliano estableció las conexiones fundamentales de la comprensión trinitaria, sin embargo no llegó a elaborar las relaciones entre las tres personas.
Los padres capadocios clarifican la doctrina sobre el Espíritu Santo como Dios, como persona divina. San Agustín lleva a su plena expresión la relación entre las tres divinas personas, hasta llegar a construir el núcleo principal de la comprensión humana del inefable misterio trinitario. Para San Agustín, Dios en sentido absoluto no es, como para la mayoría de los teólogos orientales, el Padre, sino la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo juntamente.
Santo Tomas completa la obra iniciada por San Agustín. Él crea un sistema trinitario altamente lógico, partiendo de lo que es uno en la trinidad, de esta forma garantiza el carácter divino y consubstancial de las personas.
Así cada uno de estos grandes de la teología dan su aporte muy significativo acerca de la comprensión del misterio de la Trinidad; proceso que se da a través de largo tiempo de estudio y profunda investigación.


[1] Movimiento herético del siglo III que procuraba resolver el problema de cómo aceptar la deidad de Cristo y a la vez mantener la unidad de Dios. Los modalistas lograron esto a expensas de una trinidad de personas en la divinidad. Redujeron la posición de las personas a modos o manifestaciones del Dios único. A menudo se asocia el término con la palabra “monarquía” para denotar la primacía de Dios como Padre. El Hijo y el Espíritu Santo son por tanto modos reveladores y al parecer temporales de la auto-revelación de Dios el Padre. Wilton M. Nelson, Diccionario de Historia de la Iglesia, Caribe.
[2] Afirma las tres divinas personas. Acepta al Padre al Hijo y al espíritu Santo pero como tres substancias independientes y autónomas. Leonardo Boff, La Trinidad, la Sociedad y la Liberación, Ediciones Paulinas, 1.986  

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